(*) Fuente Olé
Ojo con lo que ponés, nena! ¡Porque te hago mierda en la radio! Cuando digo que me quedaba tejiendo con el arquero, es que me quedaba tejiendo con el arquero, ¿está?". Así arranca la nota el siempre excéntrico Fernando Gabriel Peña, quien nació el 31 de enero de 1963 "en el Hospital Británico de Montevideo porque mis padres eran muy pretenciosos y querían para sus hijos lo que sus hijos nunca fueron...". De chico se vino a Buenos Aires, estudió teatro y tuvo muchos trabajos, entre ellos, el que lo sacó del anonimato: era comisario de a bordo de American Airlines, donde decía pavadas por los altavoces en el personaje de una cubana (luego sería Milagros López). Allí lo descubrió Lalo Mir, lo llevó a la radio y de ahí en más ya se sabe: Peña, genio y figura.
—¿Cuál es la primera imagen de fútbol que tenés?
—El olor a talco y a pomada para los desgarros... Y después, que me alejaba de mi papá. El fútbol siempre me alejó de mi padre porque él era periodista deportivo.
—¿El fútbol era tema de mesa familiar?
—No, todo lo contrario, mi vieja odiaba el fútbol. Y mi papá nunca venía a mi casa porque amaba más que nada ese deporte.
—¿Por qué el fútbol es generador de tan grandes adicciones y emociones en los hombres?
—Creo que lo que produce este deporte está relacionado con la posibilidad que se dan los hombres de expresar un sentimiento de camaradería, que no es usual entre ellos. Como al hombre le cuesta expresar el amor o cariño a otro hombre, un poco se aferra a este deporte para poder expresar lo que comúnmente no puede, y encuentra en el fútbol la excusa perfecta para demostrar más, para estar más con sus amigos, para darles un abrazo... Además, el deporte es más liso, más llano, como el hombre, es 0 a 0, 1 a 0, ganó, perdió, no tiene muchos colores y esto lo digo sin ningún juicio de valor, es un hecho.
—¿Creés que el hombre ejerce allí ciertas demostraciones emotivas que no se permite en otras situaciones?
—Sí, por el fútbol todo vale. Y no es por una cuestión de demostrar virilidad, sino por una cuestión de inhibición, es en el único ámbito en el que el hombre se la puede sacar sin necesidad de complejos y básicamente porque es en grupo. Pero nada tiene que ver con el machismo o con la homosexualidad.
Es hijo de madre española, con quien reconoce no haberse llevado muy bien, y de un padre periodista deportivo: Pepe Peña, quien integró en la década del 60 el trío radial "de las tres P", en el programa Fútbol al Centímetro, en donde polemizaba con Dante Panzeri y Adolfo Pedernera. Un día, Pepe llevó a su hijo a la radio y, mientras su padre hablaba, le dieron ganas de ir al baño. Cuando no aguantó más, aprovechó una pausa en el discurso de su padre y dijo al aire: "Papá, me meo". La anécdota fue sólo el principio de todo lo políticamente incorrecto que podría llegar a ser el creador de personajes como Milagros López, La Megha o el mismo Palito, mediante el cual Peña toma la forma de un hincha de Boca, de 24 años y pibe chorro de José León Suárez.
—¿Jugaste al fútbol?
—Nunca me gustó, siempre fui muy malo y como todo puto siempre jugué en la defensa o de arquero.
—Sin embargo, los de atrás y el de arquero son puestos de mucha agalla y personalidad.
—Eso es cierto, pero siempre lo he hablado con muchos amigos homosexuales y todos coincidíamos en lo mismo: en que nuestro destino era ser defensa o arquero. El punto en común es que a nosotros no nos interesaba jugar al fútbol, teníamos otras inclinaciones, entonces nos quedábamos atrás, tejiendo con el arquero y con el otro defensa, esperando que nos metan el gol.
—¿Conocés jugadores?
—Por supuesto que conozco, pero no voy a dar nombres porque no soy alcahuete en ese sentido. Yo sólo soy alcahuete con los putos cobardes que se portan mal conmigo y considero que me cagaron. Y que son putos. Pero con hombres que no son homosexuales y que tienen una vida paralela... De ésos, no pienso dar nombres.
—¿Con algunos entablaste otro tipo de amistad?
—No, nada, sólo sexo.
—¿Conociste a Diego?
—No, ni tengo interés. Me gusta verlo jugar, pero me parece que tenemos un carácter muy fuerte y nos pelearíamos todo el día.
—¿Te sentís un poco Maradona, por eso de que todo el mundo está esperando qué vas a decir?
—No sé... y me chupa un huevo. Te mando un beso... y poneme todo lo que te dije, tal cual, ehhh...
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